sábado, 24 de septiembre de 2011

El puntero

Siento el día de hoy, de ayer, el inmediato mañana, como el golpe sobre la cabeza de mi compañera, propinado por la monja de turno de aquel lejano curso. El puntero, con el que señalaba el mapa del mundo colgado sobre la pizarra, se partió en dos. El mapa era diferente del actual, el mundo no; cuando parecía que nos alejábamos de las desigualdades y de la injusticia, vuelven a caer sobre los más débiles, sobre todos nosotros. Esta vez no se parte el puntero sobre la más débil de la clase, la más pobre, la que no lleva uniforme porque no se lo puede pagar, la gratuita,  decían. Su educación era un regalo, un favor, no un derecho. Esta vez el puntero no se parte porque no se ve, te arrolla, te parte las costillas y te roba el alma. Estoy con todos los que se resisten a la nada de la miseria y la esclavitud. Lástima que no coordinemos más los esfuerzos entre los pueblos.

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