domingo, 6 de mayo de 2007

LOS CAMBIOS: EL CONTRASTE AL TRASTE

Giorgio de Chirico, Mystère et mélancolie d'une rue, 1914

Te preguntas que deliciosos eran los cambios en un tiempo, no los de moneda. No, esto tan habitual hoy que es el negocio de una de las partes, porque del sentido de la palabra intercambio se ha perdido más que el rastro. Si quieres algo, has de dar más de la cuenta. Viene esto al caso, pues el cambio es ya negocio. Ponga esto en su vida, ponga lo otro, que le cambiará la vida y nos la cambió, ciertamente. Una vez llegados a este punto, vamos un poco más lejos: cambie usted, puede cambiar las cosas y mordemos el anzuelo, la idea de poder, la memez total. Y el cambio está servido como estrategia global: cambie de loock, cambie de coche, cambie de señora, prácticamente de todo. He aquí el quid de la cuestión. ¡Acabáramos! ¿Para eso tanto progreso, esfuerzo y años de oscuridad?

Pues yo a lo mío, aquel cambio entendido como pausa entre largos momentos homogéneos que permitía percibir un contraste grande o pequeño, largo o corto, intenso o suave, es igual. Era dado a los sentidos y otras capacidades que con voluntad o sin ella quisieran inaugurar momentos, sin demandar público por ello. El coste era gratuito, la elección personal y la satisfacción casi completa. Cualquier excusa era buena. Estamos hablando del aburrimiento ¡Cuantos buenos, largos y cargantes momentos de tedio! Palabra antigua, pecado mortal, de culpas que se esconden para agobio del moderno ¡Prohibido aburrirse! es el lema del milenio que se extingue y del que amenaza con seguir. Te costará un riñón, por lo menos. Gastamos, a lo sumo el tiempo, pero éste se va solito, no necesita más que pasar.

Por eso, ahora rescato, no sin candor, aquella manera de ser en el tiempo ¡Bendito aburrimiento! horas vividas sin escapar ni correr al tiempo, no sin titubeos, pero más sólidas que los productos con un diez por ciento de descuento.

Huellas que dejó el tiempo y pisadas en el alma aún por recorrer. “La vida te da sorpresas” decía la canción y peajes también, aunque a un precio adecuado, diría yo. Pero nadie avisó cuando nos llevaban a la feria que no saldríamos jamás, que la vida sería un parque temático de armas tomar. En definitiva que el contraste desaparecería que discurrir, discriminar y esas cosas, solo serían, en fin, palabras para necios, otra feria.
Sueño una y otra vez que hago cola, esperando salir de un recinto y solo consigo hacerme con tickets para entrar en innumerables chiringuitos.

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