“No soy yo quien grita: es la tierra que ruge…”
Attila József
Hay un ruido, pura cacofonía, tan repetitivo que
hipnotiza ¿Será para que te puedas sacar el carnet de conducir sin pasar
nervios? ¡Ay! no solo pone de los nervios si no que tampoco deja oír los
sonidos del mundo que se revuelve, sufre, canta, baila, consume, despierta… y
se suicida. Es un mantra que taladra los sentidos. Las mentiras, el cinismo en
todo su esplendor hasta doblegar el discurrir cotidiano de las cosas.
Pretenden
dar el cambiazo: la actualidad por la realidad, la noticia por el suceso o la
catástrofe. Aquello que no se publica, que no se emite; no existe. Cierto, si
desconocemos una palabra, desconocemos la experiencia que nos llevaría a ella.
Pero me temo que el lenguaje ha sido definitivamente utilizado –es el cuerpo
del delito- para asesinar la realidad. Alguien dijo aquello de que la primera
víctima en una guerra es la verdad; pues eso, y las consecuencias de ello, un
crimen. Lo cual no quita que esta realidad siga fluyendo solita y con testigos
de cosas espeluznantes, no obstante también de otras del genero maravilloso. Pues ¿No
hay gente que está depositando su dinero en una banca ética, el consumo
colaborativo, la red de iguales o P2P, el coworking, el crowdfunding, y
otras iniciativas generadas en la estela de movimientos tipo el 15M que no
paran de surgir?
Para
crear una nueva realidad, antes hay que imaginarla y para llevarla a cabo, “una
poquita de gente”. La revolución camina en silencio, el resto es ruido y
ladridos llenos de furia.
¡A
por ellos! Son pocos y cobardes. Es cobarde aquella persona que quiere el mundo
solo para sí y no para todos. Y además, la violencia es su única arma. De
momento van ganando por goleada. Pero, un triunfo no es una victoria.
Si
se pararan las hormigas ¿Se pararía el mundo?
¿Oís
el rumor de las calaveras que flotan?
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